Los espacios de oficinas que anteriormente fueron una de las vetas de inversión inmobiliaria más apetecibles para los inversionistas institucionales en las principales ciudades del mundo y particularmente en México han visto un importante freno que terminó de aplicar la pandemia, pero que ya venía mostrando su desaceleración en aquellas ciudades marcadas por la sobreoferta.
Las edificaciones corporativas no sólo reflejaban la importancia de la vida laboral sino que eran símbolo de status para las compañías que buscaban colocar sus nombres en los últimos pisos de los edificios, lo que las volvía parte del perfil icónico de las ciudades.
Firmas legales, contables, bancos, aseguradoras, empresas tecnológicas podrían estar retratadas en las fachadas de edificios sobre las avenidas principales como Reforma y Santa Fé en Ciudad de México, o el Boulevard Diáz Ordaz, la Avenida Constitución y la Avenida Lázaro Cárdenas en Monterrey.
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Al llegar el 2020 las empresas analizaron en detalle sus necesidades y racionalizaron el uso de recursos como eran los espacios destinados al trabajo, lo que abrió la discusión a cómo mantendrían la productividad de sus operaciones salvaguardando la salud de sus trabajadores.
Estos escenarios, que obligaron en un principio el trabajo a distancia, fueron abriendo paso a modelos híbridos en adaptaciones que transitaban los anteriores espacios de oficinas, que ahora podrían ser o más pequeños o adecuados de forma diferente a lo que se conocía anteriormente.
La experiencia nos demostró que los modelos de trabajo desde casa o home office, aunque favorecen a una parte de los trabajadores a otra les generaba un stress importante al tener que combinar las actividades escolares y laborales de varios miembros del grupo familiar en una misma vivienda.
Por ello, la posibilidad de analizar las demandas de la empresa en función de los cargos y las actividades que cada empleado realiza en una organización fueron escrutadas para lograr un modelo eficiente de productividad en aquellos casos que los cargos lo permitieran.
Organizaciones donde la labor se realizaba físicamente desde los sitios de trabajo, por ejemplo en caso de procesos productivos, aplicaron de forma proactiva regresos por grupos aplicando todas las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades.
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Y ante la interrogante de por qué aún serían necesarias las oficinas surgieron múltiples respuestas, la principal tiene que ver con nuestra naturaleza humana y gregaria donde la oficina proporciona una experiencia más enriquecedora que apoya las labores de creatividad, coordinación y contacto.
Las ventajas de contar con espacios que mantienen un adecuado apoyo ergonómico y están bien diseñados para brindar protección emocional y psicológica son otro elemento a favor del trabajo desde nuestras oficinas si lo comparamos a la contraparte del hogar.
Diversas empresas dedicadas al diseño de mobiliario comparten la opinión que las oficinas permiten incorporar innovación, cultura corporativa, resiliencia, creatividad, transformación digital y espacios propicios para la privacidad y la concentración que la mayoría de veces no pueden ser replicados con éxito desde nuestros hogares.
Quizá la pandemia abrió las posibilidades para que el trabajo del futuro siga apuntado a esquemas híbridos y de uso flexible, que ahorran costos a las empresas y abren múltiples oportunidades de desarrollo para los trabajadores.
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